En esta monografía, Francisco, elabora una lectura en relación a su contexto de los espacios particulares que son estos centros de consumo
os Shoppings se han establecido masivamente en las grandes
ciudades latinoamericanas durante la década del 90. Su aparición trajo cambios
estructurales en las urbes no solo de tipo arquitectónico ni meramente la distribución comercial, sino modificaciones culturales, a
las cuales nos referiremos en el presente trabajo. Las transformaciones no
indican solo un aumento de la cantidad de comercios, sino también, estos se han enmarcado en una estructura diferente a la del centro;
manifestándose desde entonces un proceso de descentralización de las grandes
ciudades.
El
Shopping se opone al paisaje del centro, es como una cápsula espacial
acondicionada por la estética del mercado. Todo indicaría que allí las leyes de
la física adquieren otra dimensión, y como una buena cápsula mantiene aislado al espacio que contiene. El Shopping entendido de esta manera se separa de la
ciudad en la que se ubica. Dentro de
esta cápsula espacio y tiempo se conforman de una manera diferente a la de sus
alrededores. Esto se evidencia cuando no distinguimos entre el día y la noche.
Así, el Shopping, quiere decirnos que no renuncia a la naturaleza, no obstante,
se separa de ella de manera completamente nueva y radical. En el Shopping
respiramos aire reciclado, las luces son siempre artificiales y jamás se
mezclan con la luz atmosférica, los sonidos del exterior, por decisión
arquitectónica, no deben traspasar las paredes fortificadas del recinto; la
ausencia de ventanas niega toda comunicación con el afuera. Sin embargo, de
manera infantil y con voluntad de producir un efecto de escenografía “ecológica”, los patios del Shopping no pueden prescindir de sus árboles, los
mismos árboles de todo el planeta,
indiferentes al desierto que rodea al Shopping, o a la ciudad decimonónica en
la que éste se ha incrustado. El hecho de que clima este acondicionado
fortalece aún más la atemporalidad. El Shopping No se recorre de una punta a la
otra sino que se hace en manera circular
El formato de estos grandes centros
comerciales es muy sencillo, se trata de
un gran corredor que es direccionado
en forma de circunferencia, a sus costados están ubicados los locales que son
generalmente de indumentaria, dentro del mismo corredor hay otros locales mas
pequeños, Estos, en su mayoría se dedican a la venta de autos; y finalmente, en
el medio se sitúa el patio de comidas con los diferentes Stands. Todos cuentan
con cines que se sitúan por fuera de la circunferencia y con videos juegos en
la parte central. Lo que demuestra que
la distribución infraestructural no responde a fines meramente estéticos sino más bien
funcionales. De ésta manera se logra
garantizar la cobertura de los intereses
de los diferencias de sexo, edad. Al
mismo tiempo en que se asegura el consumo sin interrupciones, se consolida una
marcada segmentación del mismo.
La abundancia de marcas transnacionales crean
un ambiente uniforme. Los puntos de referencias son universales: logotipos,
siglas, etiquetas no requieren que sus intérpretes estén aficionados en ninguna
cultura previa o distinta de la del mercado. Si ponemos atención en las fotografías
de la primera página vemos como no
representa lo sagrado de la navidad a
partir de la religión, como tampoco alude
a la significación que le puede otorgar un determinado grupo, sino que
se asemeja más bien a las estética norteamericana que al mismo tiempo no se
circunscribe meramente a este país sino
que representa a la “cultura” universalizada, la del mercado, el Shopping como
en las películas de Hollywood.
Así el Shopping produce una cultura
extraterritorial de la que nadie puede sentirse descartado: incluso los que menos
consumen, a los que el no contempla pero tampoco expulsa activamente. El
Shopping esta compuesto fundamentalmente
por una estética similar sobre la que hace olvidar en que ciudad estamos. Se
constituye un espacio sin jerarquías. Las
tipologías arquitectónicas se repiten constantemente imposibilitando la
ubicación del lugar. Su recorrido es muy simple aunque no lo es tanto para
reconocer si ya hemos o no pasado por un lugar, las repeticiones y la pseudo
libertad para recorrerlo parecen indicar
una estrategia de venta. De todas maneras esta especie de capsula uniformadora
no llega a borrar todas las diferencias; quedan, y bien marcadas, la de clase. Como bien dice Sarlo: “…en los shoppings también los ciudadanos
desempeñan papeles diferentes: algunos compran, otros simplemente miran,
admiran. En los Shoppings no podría descubrirse como en las galerías del siglo
XIX una arqueología del capitalismo, sino su realización más plena…”
(Sarlo: 1996)
La cápsula aséptica se convierte en un espacio
en donde todo pareciera estar en perfecto orden, su clima, los sonidos, las luces crean un ambiente agradable, lejos
de los ruidos y bocinazos, del microcentro. Nuestro ojo encuentra un lugar
agradable, allí no hay nada que lo perturbe, quedando completamente disponible
para absorber las persuasión de las publicidades cuidadosamente distribuidas.
Se convierte entonces, en una especie de
oasis en la gran ciudad.
Al mismo tiempo en que se universalizan y se
uniforman las identidades, en el Shopping no se manifiestan culturas, sino “la
cultura” que gira en torno a las pautas del mercado. Es a partir de aquí que
algunos autores los han llamado los no-lugares
“Si
un lugar puede definirse como lugar de identidad, relacional e histórico, un
espacio que no puede definirse ni como espacio de identidad ni como relacional
ni como histórico, definirá un no lugar” (Augé: 1992)
Se entiende como no lugar partiendo de que la
historia esta ausente y cuando hay algo de historia, esta no se plantea como un
conflicto entre la resistencia del pasado y el impulso del presente. La
historia es usada como decoración banal, a través de la estética posmoderna.
A partir de la definición de Augé pensaríamos
en un primer momento en ver al Shopping como un no-lugar.
El Shopping sería, desde esta perspectiva, un
espacio de nula reproducción de identidad por ser casi exclusivamente
relaciones entre mercancías que se dan
en el hecho de consumo. El autor lo define como un área que no se diferencia de
otra, ahistórica y en cual no se representan procesos identitarios específicos,
sino que son producto de una homogenización típica de la globalización.
Sin
embargo a mi entender sería erróneo definirlos como lugares (o no lugares)
ahistoricos. Si indagamos sobre la estructura arquitectónica, posmoderna, por
cierto, se vislumbra su pasado; la
estética en todo caso banalizada y los muros como cáscaras fueron en algún
momento en lo que hoy es El Alto Rosario talleres ferroviarios y el lugar en
donde está El Portal Rosario correspondía a una fábrica textil. Se distingue
allí un capítulo de nuestra historia, el paso de la producción industrial a los
servicios.
Por lo tanto, no podemos afirmar que un espacio atravesado por el hombre no
tiene historia.
Pero paradójicamente, siguiendo a Beatriz
Sarlo (1996), el Shopping se incrusta en vacío de memoria urbana porque
representa las nuevas costumbres y no debe estar atado a las nuevas
tradiciones. Se ve claramente como en el Alto Rosario se conserva un museo en
donde se expone un viejo tren como un simple souvenir.
Este
nuevo oasis se ha transformado en espacio de salida, de distracción, en un
paseo, en él predomina el ocio y la continua persuasión de un sistema que ilusiona, y que al mismo tiempo nos deja en
claro, ante la perfección pura que lo que tenemos esta mal, nuestro cuerpo esta
mal y todo lo que poseemos es ya, obsoleto.
La
felicidad de adquirir un nuevo producto es tan efímera que se esfuma en cuanto
hayamos visto otro.
Hoy es miércoles, son 10 de la noche, mañana
es un día laboral y afuera llueve torrencialmente, pero que importa estamos en
el Shopping, Indiferentes ante las inclemencias climáticas.
La gente llena los pasillos y locales…. ¿y si
tomamos una postal del centro a esta hora? ¿Es acaso el Shopping una
adaptación a los nuevos horarios de
consumo? ¿Es porque la jornada de trabajo se ha extendido?
En los
Shoppings vemos familias enteras que pasan el día. La gente no va solo a
comprar, ya que ir de compras se ha
transformado en un ritual y el Shopping en templo del siglo XXI. Al alejarse el
Shopping del simple acto de adquirir un producto se convierte en algo que
construye nuestra identidad; Al obtener ciertos productos no compramos solo su
valor de uso, sino que buscamos en ellos aquello que nos signifique. Al adquirirlos
afirmamos quienes somos y que lugar ocupamos. De esta manera las mercancías se
convierten en nuestros iconos, nuestro ideal. El cambio constante y acelerado
de los objetos es lo que los hace deseables pero al mismo tiempo volátiles.
Francisco Daveiga