El
objetivo del presente trabajo es identificar en las prácticas docentes,
especialmente en la de transposición de materiales didácticos y estrategias de
enseñanza, el potencial de las imágenes fotográficas, aerofotográficas y satelitales como
herramientas de comprensión.
Esta exploración de la propia
práctica de aprendizaje como profesionales de la educación nos permite
reflexionar acerca de la figura del docente como lector intelectual y facilitador
de lecturas que están sostenidas por diferentes superficies sémicas, además de
una actualización de la perspectiva semiótica con la que abordamos los
materiales y las estrategias de enseñanza de la Geografía.
Estamos en condiciones de apuntar
algunas reflexiones sobre las los resultados prácticos, la ejercitación de nuevos
aprendizajes y estrategias más eficientes puestas en el marco de una estrategia
que incorpora materiales iconográficos.
Consideramos que una semiótica aplicada
a las aerofotografías e imágenes satelitales como materiales, puede promover
interpretaciones creativas; que nuestro análisis de los materiales y los
resultados de su puesta en práctica en el contexto de un aula o -en términos
disciplinares-, en el marco de una metodología específica, puede aportar algo
de oxígeno a las asfixiantes prácticas ritualizadas con las que solemos
convivir como docentes en los establecimientos educativos. Que al entrar en
contacto con los materiales, alumnos y docentes comienzan a producir sus
propios textos, su propia “lectura”.
Como lectura “autorizada”, la del
docente debe contar con un sustento teórico lo suficientemente riguroso para
evitar digresiones y así transparentar las unidades de análisis, pero también
lo suficientemente flexible como para reconocer que la comprensión de un tema
puede facilitarse desde diferentes posturas, que el sentido no puede fijarse y
que el proceso de semiosis es “infinito”, esto es válido para los textos, ya
sean visuales, lingüísticos o como parte de la actualización de un lenguaje
determinado en el uso del “habla”.
En
Geografía la percepción en el aula es que siempre un texto está incompleto si
no está acompañado por el otro, es decir, que una imagen sin una explicación
profunda es una más en la infinita galería que recorremos diariamente y a lo
largo de nuestra vida como observadores; pero también un texto escrito, sin
referencias iconográficas, sin imágenes que impresionen, conmuevan o interesen
a los sujetos, siempre queda a medias en el camino hacia el objetivo de
promover un aprendizaje significativo. Ya vemos que una clase, pensada como actualización
de un sistema de signos, integrados a un proceso de semiosis infinita requiere,
para activar procesos de comprensión
profunda, de apoyaturas textuales diversas, para nuestro caso de fotografías, aerofotografías
y de imágenes satelitales.
CONTRADICCIONES APARENTES
Existen
esencialmente dos vertientes de producción teórica sobre los signos: una
proviene del trabajo de Ferdinand de Saussure (1857 - 1913) específicamente de
el Curso de lingüística general de
1916, elaborado póstumamente por los asistentes al mismo, trabajo que fue
estudiado y luego presentado como tesis doctoral por Eliseo Verón, un teórico
de los discursos sociales que actualiza gran parte del andamiaje de la escuela
francesa con intereses en la cultura popular y en los discursos políticos; y
por otro lado, el trabajo del estadounidense Charles Sanders Peirce (1839 –
1914) cuyos grandes temas de reflexión fueron: la lógica, la naturaleza del
sentimiento y el problema de las categorías. Peirce aborda estos temas desde la
filosofía pragmatista, buscando la universalidad de pensamiento que le
permitiera comprender la totalidad del mundo, y para ello, como veremos,
elaboró un sistema de categorías lo más abarcativas posibles para comprender la
realidad conocida y por conocer. De él nos interesa su definición de Índice y de Argumento, dos pilares básicos para pensar las fotografías y las
imágenes satelitales en el marco de una didáctica de la Geografía.
Si
los docentes, intelectuales o lectores profesionales no debiéramos ignorar los
profundos cambios que puede generar en nuestras interpretaciones la
incorporación de nuevos materiales construidos como signos icónicos, tampoco es
posible escindirlos de una reflexión sobre la naturaleza de los lenguajes de
los que se valen estos materiales para ponernos en contacto con la realidad. En
este proceso de conceptualización se activa un proceso de atribución de
significados. Con esto queremos decir que al introducir materiales novedosos en
nuestras prácticas no empezamos de cero, expresado por Saussure esto supone que
“[…] El tiempo que asegura la continuidad
de la lengua, posee otro efecto, contradictorio en apariencia con el primero:
el de alterar más o menos rápidamente los signos lingüísticos y, en cierto
sentido, puede hablarse a la vez de inmutabilidad y mutabilidad del signo”. (Zeccheto,
V. 1999. 23).
ALIQUID QUE STAT PRO
ALIQUO
La
expresión en latín fue utilizada por Umberto Eco para definir signo: significa algo que está en lugar de otra cosa,
esto pone de manifiesto el carácter empírico y pragmático de la visión de la
unidad elemental de todo análisis. En esa dirección, del amplio espectro de
prácticas que estudia la semiótica, nos interesa trabajar, para aproximarnos al
tema, los conceptos de Índice y Argumento. Ambos provienen de una clasificación
más amplia del signo, elaborada por Peirce sobre la base de ideas se primeridad, segundidad y terceridad;
las primeras son cualidades del sentir, las segundas como relación de “esfuerzo-resistencia”
en la experiencia analítica y la terceras relaciones triádicas compuestas por signos,
sus objetos y el pensamiento interpretador.
En
esta corriente, la comprensión de los significados está graduada de acuerdo a
las relaciones que puedan establecerse con la realidad. El signo es “real”, sus
componentes son: el representamen, o
sea, la representación, el elemento inicial de toda semiosis (algo que está en
lugar de otra cosa); el interpretante,
aquello que producen las representaciones sígnicas, pero también otro signo
generado a partir del representamen; y el
objeto, que puede definirse como dependiente de la representación de sí en
el signo o como parte de la realidad exterior.
Estas
definiciones presentadas del modo más económico posible, pueden inscribirse
como intentos de una reflexión creativa de los signos, concebidos como una
díada de significado-significante en la tradición saussureana y reelaborados a
partir de la necesidad de dar cuenta acerca de la naturaleza de la relación
entre éstos en la perspectiva peirciana, es allí donde se inserta la tríada pues desde el punto de vista
gnoseológico viene a recomponer la arbitrariedad dual, colocándola en un marco
conceptual diferente.
Por
lo tanto Índex, concepto trabajado
por Phillipe Dubois en el “Acto fotográfico”, como derivado de índice, de
huella, en el sentido con el que suele usarlo Umberto Eco, se puede ajustar a una
definición ontológica de la fotografía que integra la percepción, es decir al
intérprete, al “lector”, en tanto “[…] signo que conecta directamente con su
objeto, las huellas de un caballo sobre el camino […] el índice es indicativo y
remite a alguna cosa para señalarla, como sucede con el mercurio de un
termómetro que está para señalar la temperatura […]” (Zeccheto, op. cit.,
58).
El Argumento, otro de los conceptos claves,
es la herramienta que explica y que ayuda a comprender. El docente debe manejar
a la perfección su uso y enseñar a los alumnos a usarlo de manera eficiente y
activa, para poder “leer” múltiples significados, porque el argumento es, en la
clasificación de Peirce, un interpretante
en orden de terceridad, lo que
implica un razonamiento lógico e interpretativo.
Ahora
bien, si las imágenes no constituyen argumentos, si pueden acicatear, despertar
o sacar a la luz una conciencia política previa
a la observación, pero no constituir piezas dotadas o portadoras de valores, o
de una racionalidad propia, es decir, si las imágenes por sí solas no tienen mayormente
potencial explicativo, a lo sumo generan impulsos
semióticos, es necesario solidarizarlas con una semiología de la imagen, una
semiología del material específicamente producido para representar un espacio
geográfico –fotografías, aerofotografías e imágenes satelitales-, propuestas en
un contexto teórico-metodológico quien considera “imágenes fijas” a éstos
materiales.
El
enfoque semiótico y la concepción de “herramientas semiológicas” como bases de
sustentación para una reflexión más profunda y compleja de la especificidad de
la imagen visual nos plantea problemáticas retrospectivas y prospectivas.
Retrospectivas
porque la hemos de considerar en el marco de dos miradas: una semiótica, como
extensión general de la lingüística y como parte de una filosofía del lenguaje
y la otra, semiológica, como estudio de lenguajes particulares.
Prospectiva
en tanto la “ciencia de los signos” se encamina hacia la columna de “técnica de
investigación” sobre los procesos de comunicación y de significación. La
semiótica como metalenguaje verbal, estaría limitada en su accionar para dar
cuenta de la globalidad de la cuestión visual en general, a esa supuesta
limitación, se responde que la semiótica asume el papel de “proyecto científico”
y tiene que preocuparse, entre otras cosas, por desarrollar “[…] Un nivel de rigor aceptable y confiable
destinado a detectar y justificar
colectivamente los mecanismos y los límites de la interpretación cultural de un
mensaje” (Joly, M. 32)
Esta
afirmación tiene importantes connotaciones en el plano profesional docente, ya
que el profesor debería “encontrar sentido” donde los alumnos sólo “ven cosas”,
y expresar el sentido por medio de una “interpretación verbalizada” de las
imágenes consideradas, ya no sólo como algo que está en lugar de otra cosa, sino
cómo “algo que se parece a otra cosa”, es decir, consideradas desde la
pragmática, las imágenes son portadoras de signos en una red de sistemas de signos. Para poder conseguir una buena
producción de conocimientos y hacerlos comprensibles, es preciso que sepamos
que las cosas no hablan por sí mismas, sino que somos losn docentes los que estamos
facultados como intérpretes creativos de significados.
El
signo funciona como constitutivo de un orden gnoseológico que puede hacer presente aquello que, por ser
naturaleza, se ausenta al momento de
perder contacto directo, al vincularlo con otros signos –de acuerdo a las reglas
del método seleccionado para construir un tema o problemática y en el marco de
una estrategia de enseñanza-, comienza a producir significados, sentido y a favorecer
interpretaciones creativas. En palabras de Joly, la semiótica organiza una
determinada “[…] dinámica del signo que
propone siempre una relación de inferencia en un sistema de interacciones
contextuales”. (Ibid. 39).
Una
fotografía, como veremos, es un tipo
especial de imagen, no cualquier imagen, lo es válido para las imágenes
satelitales y no sólo por el modo en el que se producen, sino por la potencia
didáctica que albergan en su superficie sémica.
LA REPRESENTACIÓN Y
LOS ENUNCIADOS VISUALES
El concepto de representación,
enraizado en la imagen, nos permite discriminar, con Zunzunegui, “especimenes
icónicos” de acuerdo al grado de figuración, de iconicidad y de complejidad que
presentan. Estos “especimenes” conviven con nosotros en el marco de la
“civilización de la imagen” como dispositivos ideológicos manipulados por el
poder constituido. Desde la perspectiva de este autor, existiría por lo pronto,
lo que llamamos imagen mental, pero
implicaría conocer cuál es el papel específico que este modo de enunciación
juega en la vida cognitiva.
La
semiótica de lo visual, no sólo afirma sino que desborda los textos icónicos, expresado más ajustadamente, se trata de una semiótica planaria “[…] caracterizada por la bidimensionalidad de sus significaciones, que
se abre en una doble dirección de análisis: una en torno a los problemas de la
analogía e iconicidad de la imagen y otra centrada en el intento de aislar
formas semióticas mínimas que se relacionen adecuadamente con elementos del
contenido” (Zunzunegui, S. 56. 1992).
En
el universo de significaciones, las representaciones son su expresión última,
el borde de ese universo. La representación
es un acto de creación, en toda su complejidad ya que puede operar con
independencia de los procesos que hicieron posible la imagen que la asiste y de
la intencionalidad con la que ésta fue construida. La representación sustituye
objetos para crear sentido, para producir significaciones. Como función no
puede ser apresada ni puede detenerse o aislarse: si funciona es porque se
relaciona con la expresión y el contenido. Su alcance es el universo captado sensorialmente,
visualmente, constituido en tejido semiótico.
El material
cognitivo que aporta un signo icónico, que no generaliza en categorías o clases
sino que concretiza, por un lado; y el concepto de representación, por el otro;
emplazados en una estrategia metodológica didáctica puede dar muy buenos
resultados desde el punto de vista didáctico.
“[…] La convencionalidad que sustenta la
significación en las lenguas no naturales
–escribió ZUNZUNEGUI-, no sería
predicable a los fenómenos icónicos” (op. cit. 63).
El texto, en tanto secuencia
de signos que producen sentido, tiene que lograr una equivalencia con
mecanismos estéticos –con la consabida carga de ambigüedad y autorreferencia-,
para devenir en textos visuales. Fuertemente condicionados por su soporte y por
las “ideolecturas” que habilitan, los textos visuales se revelan como
expresiones particularizadas regidas por reglas individuales; si bien es cierto
que todo texto es un lugar de encuentro de múltiples ideolecturas, las imágenes
se vuelven más difíciles de leer en la medida en que se apartan de ciertos
cánones dominantes de contextos determinados.
En este contexto la fotografía se
inserta con algunas de sus particularidades: a) informar y expresar “decisiones
visuales”; b) reducir la tridimensionalidad del mundo a dos dimensiones, en las
fotos blanco y negro, reducir los colores a la gama de grises y c) utilizar la
luz como elemento básico.
Colocamos a la fotografía en las vertientes
del documento, la información y la ciencia, apartándonos momentáneamente de sus
atributos de esteticidad, vanguarismo informático-tecnológico y pictoralismo. Al
respecto cabe un interrogarte ¿Cómo es manipulada la realidad en la fotografía?
La relación realidad-realidad fotografiada va desde la consideración de un agresivo
acto de intromisión de la lente, pasa por la comprobación empírica de la
existencia de sujetos objetivados, hasta la una actitud conservadora ante el
mundo que supone observar sin transformar. Zunzunegui lleva a cabo un análisis
que sitúa al “[…] discurso fotográfico en
el interior de las prácticas significantes dejando definitivamente de lado todo
intento de ver en aquél un puro mecanismo del que el mundo se serviría para
hablarse en una operación tautológica. Ésta será la tarea a la que aplique, en
sus múltiples orientaciones, la semiótica de la fotografía” (Ibid. 137)
Desde el mismo momento de su
concepción, la perfección analógica
que postuló Roland Barthes en aquel mítico número de la revista Comunications de 1969, la fotografía ha
sido esmerilada sistemáticamente por las mediaciones semióticas, mensaje sin
código, puro significante, transformación
de lo real, índex, huella… la fotografía en toda su complejidad se resiste a
un encuadre definitivo. Puente de permanencia, eterno presente, constituye un proceso de condensación
simbólica de una filosofía política de orden y permanencia.
sobre nuestra práctica docente
Diversas
obras y autores tratan de encontrar la
“manera correcta” de construir un conocimiento docente, tendiente a lograr una
mayor profesionalización del mismo y hacerlo mas relevante y significativo. Lo
cierto es que existen diversas estrategias y perspectivas para alcanzar dichos
objetivos.
El
“planteamiento interpretativo” que propone explicar la realidad social mediante
la interpretación y significación que realizan los integrantes de la misma, la “racionalidad
técnica” que jerarquiza la teoría sobre la práctica descartando su articulación
e interpretando a la segunda como una mera aplicación y puesta en escena de la
primera, la perspectiva “alternativa” a esta, si se quiere, puede estar
representada desde la “racionalidad práctica”, que le asigna al docente un
papel articulador entre la teoría y la práctica mediante la construcción de
estructuras conceptuales y teorías prácticas, la “teoría crítica”, de la cual
somos deudores en nuestra propuesta y que supera, a nuestro entender, las
visiones parciales de las proposiciones precedentes. Es así como se le asigna
un rol imprescindible al pensamiento reflexivo, creativo y crítico del profesor
en el intento de resolver las contradicciones sociales y los problemas de
intereses y valores de la humanidad. Dicho “pensamiento” es entendido como
resultado de un extenso proceso de formación que se inicia mucho antes del
ingreso a una institución formadora y que se afianza con los procesos de
socialización y perfeccionamiento docente, y en donde la construcción del
conocimiento se deriva de la “reflexión” que realizamos sobre nuestras acciones
(docentes). De esta manera y parafraseando a Schön, el conocimiento está en la
acción y sobre todo en aquellas acciones inteligentes que realizamos de manera
observable o no.
Gracias
a este conocimiento podemos llegar a reflexionar durante la acción ya sea
porque surgen sorpresas o porque necesitamos realizar una experimentación en
ese momento o por la necesidad de aprender en la acción o por la intención de
mejorar nuestras acciones futuras, sin
la necesidad de interrumpirla. Esta práctica reflexiva “exige de los profesores la capacidad de evaluar sus actos y de
completar su saber y su saber-hacer en función de la experiencia y de los
problemas que se encuentren” (Edelstein, 2004, 57)
En
suma, la construcción del conocimiento profesional docente, entendido como
conocimiento autónomo y responsable, implica que aprendamos a reflexionar sobre
nuestras propias creencias, teorías y esquemas para de poder construir y
apropiarnos de un saber que nos permita actuar y reflexionar sobre la realidad
social.
Ahora
bien, en los últimos tiempos dicha realidad social se ha ido transformando, al
compás de los cambios económicos y culturales, recaen en los docentes nuevas
demandas sociales, para las cuales no todos han sido instruidos en su
capacitación inicial.
En
la actualidad, las propuestas de formación demandan ser pensadas y elaboradas a
la luz de las nuevas realidades sociales atendiendo a contextos muy
diversificados.
El
avance de las TICs en la era de la civilización visual y la unificación en el
acceso a los bienes culturales, el refuerzo de las desigualdades sociales, recarga a los docentes de tareas imprevistas
durante las cuales deberíamos ser capaces de recomponer y reformular nuestros
vínculos con la cultura, producto de complejas dinámicas históricas. Esto será
posible en tanto y en cuanto nos apropiemos del lenguaje esencial de un campo
del saber construido sobre diversas experiencias sometidas a discusión y a
crítica.
En
esa dirección Raquel Gurevich presenta una serie de planteos referidos al lugar
que ocupa la Geografía en la escuela, lo más importante radica en que en ellas
se destaque la curiosidad por el estudio del “territorio”, entendido como un
espacio geográfico puesto en valor y apropiado mediante el establecimiento de
un ejercicio efectivo del poder, así como la “multicausalidad” en las
transformaciones que se producen en el “mundo real” ya que las formas
espaciales no son caprichosas ni fortuitas sino que existen ciertas razones y
causas que demandan ser interpretadas y analizadas si la intención es
comprender “significativamente” una determinada configuración territorial. De
esta manera, los contenidos desarrollados en clase no tendrán la mera función
de informar, sino que posibilitarán cambiar, intervenir y criticar aspectos de
la realidad y del espacio, entendido
como producto social. Además, “[…] la
realidad constituye un todo complejo en el que intervienen múltiples y diversos
elementos. Algunos pertenecen al mundo físico-natural, y otros son de orden
económico, social, político y cultural. Es por ello que se rigen por leyes,
regularidades, lógicas y dinámicas diferentes”. (Gurevich, 1995, 69). Por
lo tanto, antes que fragmentar la realidad, es mucho más fructífero analizarla
de una manera integral articulando y relacionando los distintos elementos y
factores que la componen. Las formas espaciales que se pueden observar serán el
resultado de las relaciones de producción vigentes en un determinado momento
histórico.
Para
realizar un estudio acabado de un espacio geográfico, lo ideal sería efectuar
un contacto directo, analizar el lugar in
situ y, de esta manera, incrementar
el grado de “realidad” en la interpretación consecuente a realizar. De todas
formas, existen diversas fuentes y materiales que nos permiten desarrollar
abstracciones complejas y aumentar la calidad de la indagación respecto a un
determinado espacio. Entre dichos materiales, particularmente en nuestra
propuesta se destaca el empleo de fotografías, imágenes satelitales y
aerofotográficas, en tanto constituyen
herramientas de vital importancia para acceder a los aspectos visibles de
un territorio y a múltiples sucesos de la vida productiva y cotidiana de los
actores sociales que lo habitan. Vale la pena destacar que dichos “textos
visuales” representan aspectos seleccionados de la realidad que consideramos
estratégicos para comprender la actual organización y distribución de las
formas espaciales en el territorio. Además, como plantea Raquel Gurevich
resulta interesante “explotar las
imágenes como un lenguaje productor de posibilidades de otras interpretaciones
e hipótesis distintas de las inspiradas por un texto escrito, ganando en
riqueza en las apreciaciones y las valoraciones sobre el tema que estamos
estudiando” (Gurevich, 2007, 198).
La
elaboración de estrategias y la selección de los materiales debe estar guiada
por la “conceptualización” de los contenidos y no sencillamente por la
acumulación de más información de la que poseemos. La realidad que se analiza
es un conjunto de relaciones particulares y globales, deseamos interpretar
alguna nueva modalidad productiva, no basta considear ciertos elementos que
están a la vista e inmediatos en el lugar, sino que resulta necesario incorporar
niveles profundos de explicación, los “conceptos generales” nos permiten
escapar de los datos aislados,
trascender las informaciones específicas y aplicarlos a otras
situaciones contextuales la dinámica específica de diferentes espacios
geográficos, aún cuando cada una de ellas presente ciertas especificidades que
deberán ser tomadas en cuenta.
De
este modo se promueve en los alumnos la
curiosidad para desarrollar operaciones intelectuales tales como la
generalización y la aplicación de ideas abstractas a partir enunciados visuales
intertextualizados y patentizados en imágenes. Conceptos
de gran generalidad como “tecnología” y “mercado”, imprescindibles para
comprender, por ejemplo, las obras de infraestructura hídrica (canales,
acequias y diversos sistemas de irrigación) son perfectamente discernibles en el
plano acotado y controlable que nos brinda una fotografía, en “fragmentos” de
territorios que permiten trabajar especificidades de un lugar, configuraciones
territoriales determinadas por las lógicas de los procesos globales
contemporáneos en los que la “construcción del territorio” es entendida
como producto y proceso, fruto de la articulación entre la sociedad y la
naturaleza, siguiendo a Paulo Freire, la premisa es ¿Qué hacer en la actualidad,
para que en el futuro podamos hacer lo que hoy no podemos?
LA INTERPRETACIÓN COLECTIVA DE LOS TEXTOS VISUALES Y
LINGÜÍSTICOS
Las experiencias que hemos
recolectado a partir de la puesta en práctica de las estrategias didácticas construidas
con materiales visuales que integran textos escolares, en perspectiva semiótica
han sido muy interesantes, por mencionar sólo algunas, diremos que los alumnos
manejan criterios elementales de observación que les permiten diferenciar
relieves, densidad de la biomasa, contaminación, edificaciones funcionales,
viviendas, las especificidades de un valle, las derivaciones hidráulicas, los
usos del suelo, las superficies de agua y las etapas de cultivo.
Las imágenes seleccionadas en Google
Earth son asociadas a espacios “reales”, naturales y a la planificación de las
cosechas. Se evidencian algunas tentativas de explicación de las formas de
captura de las mismas.
El texto lingüístico fue, en
general, bien interpretado a partir de dos relaciones: demanda ecosistémica/
eficiencia del mismo; aridéz/ aprovechamiento hidrográfico, vuelven a trabajar,
sino todos, al menos la mayoría de los códigos de un texto visual, cercanía/ lejanía, secuencia temporal, los elementos
del relieve, cultivos, la hidrografía y los conglomerados urbanos.
Las transformaciones detectadas
fueron: ampliación de zonas de cultivo, nuevos canales de riego, nuevos
caminos, la morfología de la parcelación y, nuevamente, el aumento de la
edificación atribuido al aumento de la población.
Todas manifestaciones provocadas a
partir de fotografías e imágenes satelitales.
CONSIDERACIONES FINALES
No
hay dudas de que la “civilización de la imagen” ha avanzado obligándonos a
repensar nuestra visión del mundo y, dentro de ella, nuestro ejercicio de
“lectura”.
Hoy conviven con nosotros en el aula
especimenes icónicos con los que es necesario establecer lazos de solidaridad
para poder enseñar.
La perspectiva semiótica nos permite
desarrollar rigurosa y confiablemente los cambios necesarios para movernos en
contextos institucionales diversos, pero sin que dicha diversidad genere una
dispersión teórica. La semiótica como técnica de investigación puede extender
sus redes significantes y devenir en una estrategia teórico-metodológica
estable y enriquecedora.
Ni la racionalidad técnica ni las
supuestas alternativas o la racionalidad práctica pueden darnos la “manera
correcta” de construir conocimiento. En el cruce de la teoría crítica y la
semiótica, la profesión docente renueva su condición más estimulante, sus
capacidades para evaluar los procesos de enseñanza, las responsabilidades que
debe cumplir, los esquemas de acción, las acciones y reflexiones que llevamos a
cabo en el contexto social en el que nos movemos y somos.
Si
globalización no es sinónimo de homogeneización, esto se debe, en parte, a que
hemos asumido que las nuevas herramientas tecnológicas, que la complejidad de
lo real, que la incorporación del diálogo y el aprendizaje colectivo favorecen
la construcción de conocimientos significativos y de interpretaciones
creativas.
Llevar
a las aulas fotografías, imágenes satelitales y aerofotográficas para
comprender esos procesos, supone un compromiso de modernización porque estamos
en presencia de un lenguaje diferente para comprender problemas permanentes, en
el marco de un proceso de “intertextualidad” que redunda en una original
atribución de significados a las prácticas y a los contenidos.
Prof. Yennerich Mauricio César (UNL - FHUC)
mauricioyennerich@hotmail.com
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